[un/loquer] bonito

Eliette Restrepo elietterestrepo at gmail.com
Mon Oct 31 13:19:30 UTC 2011


"...la libertad es mas importante que la innovacion. De hecho, la
innovacion no vale nada sin libertad. Sacrificaria sin dudarlo toda la
innovacion por la libertad"
Richard Stallman
http://www.m-x.com.mx/2011-06-12/richard-stallman-un-hombre-sin-hogar/
 *Richard Stallman, un hombre sin hogar*

.

*Para unos es un loco; para otros, un extremista. **Richard Stallman es,
sin duda, un personaje trascendental de la era de la información, cuya
influencia podría ser aún mayor después de su propio tiempo de vida. Es,
también, un hombre que ha perdido a su familia y que cuando pensó que por
fin había encontrado un lugar especial al cual llamar hogar, lo perdió,  a
pesar de lo mucho que hizo para evitar su destrucción.*

*Hace unas semanas Stallman estuvo en el DF y *emeequis* pudo charlar de
manera peculiar con él: dada su costumbre de nunca hospedarse en hoteles,
reportero y fotógrafo fungieron como sus choferes y acompañantes.*

*Inusual entrevista con inusual personaje.*

.

*Por Diego Mendiburu
**Fotografías: Eduardo Loza*

.

Richard necesita ponerse unos calcetines, y  rápido.

Con su característica barba larga y retorcida, una prominente barriga, una
cabellera que inicia negra y termina gris y se extiende hasta ocultarle los
hombros, me espera en el umbral de un departamento justo al inicio de la
calle de Bolívar, esquina con Brasil, en el Centro Histórico de la Ciudad
de México.

Quienes no lo conozcan dirían que estoy frente a un *hippie* gringo que
vino de mochilazo a conocer la capital. Si se le juzga por su apariencia y
sus hábitos, tendrían razón.

Pero no es un visitante cualquiera, y no se está poniendo unos calcetines
para ir a conocer Xochimilco o las pirámides de Teotihuacán. Este sujeto de
ojos claros y rostro extrañamente aniñado se llama Richard Stallman y es
una de las personas que mayor influencia ha tenido en el desarrollo de la
industria del *software*, tanto como *Bill Gates *o* Steve Jobs*. No ha
sido nombrado la persona del año por la revista *TIME* ni Forbes le ha
dedicado media docena de páginas gracias a su éxito económico porque a él
lo que menos le interesa es el poder o el dinero.

Stallman quiere ser libre y que todos lo seamos, al menos frente a una
computadora.

En 1983 comenzó a desarrollar, con apoyo de quienes se le han sumado a su
causa, un sistema operativo informático totalmente libre. A la postre, la
iniciativa de Stallman se ha convertido en un movimiento de miles, quizá
millones de personas, cuyos principios éticos y filosóficos han
influenciado no sólo al mundo de la informática, sino a la cultura, las
artes y la sociedad.

Ahora no hay tiempo para explicar la influencia de este hombre que aún
sigue buscando unos calcetines. Necesitamos irnos ya. Lo está esperando el
senador Francisco Javier Castellón Fonseca desde hace 15 minutos.

Extraña oportunidad para realizar una entrevista: debemos recoger a
Stallman en el estudio donde se está quedando, llevarlo a dar una
conferencia al Senado y luego tratar de conversar con él camino al
aeropuerto.

Al fin se pone unos zapatos negros, cierra su prominente maleta, guarda en
una mochila su pequeña computadora Yeeloong, de fabricación china y única
en el mundo por usar sólo *software* libre.

Salimos a la calle para abordar el auto que nos llevará al auditorio
Sebastián Lerdo de Tejada  del Senado. Pero hay un problema.

—¡Pongan la maleta atrás! —ordena Stallman al tiempo que señala la cajuela.

—No se puede, la traigo llena —responde Eduardo Loza, fotógrafo y ruletero
por una tarde.

—¿Y entonces, dónde?

—Aquí, en los asientos traseros.

—¡No! ¡No se puede! ¡No podemos dejar mi maleta en un auto sin que nadie la
vigile! —Stallman comienza a elevar el volumen, desesperarse—. ¡En qué
están pensando ustedes!

A ratos gruñón, el padre del *software* libre se concentra en el teclado de
su computadora una vez en el auto. No gusta de la conversación ligera.
Después nos enteraremos por qué.

** * **

Imagínese que compra un auto nuevo. Pero usted tiene prohibido abrir el
cofre y conocer su motor, identificar el tanque de gasolina, la batería, el
carburador. Imagine también que no puede cambiarle la radio, ponerle rines
deportivos o cambiarle el escape. Por último, imagine que ese auto en
realidad no es suyo, sino que usted sólo tiene una “licencia” para usarlo,
además no puede prestárselo a nadie.

¿Absurdo? Pues eso es muy parecido a lo que sucede actualmente con la
industria del *software*. “¿Por qué permitimos que funcione así?”, se
pregunta Stallman.

El *software* libre es la alternativa a ese modelo que las más grandes
empresas de la programación han impuesto.

“El *software* libre es aquel que respeta tu libertad y la solidaridad
social de tu comunidad”, define Stallman frente a un auditorio lleno. La
otra posibilidad, añade, es el *software* privativo, llamado así porque
“priva a sus usuarios de la libertad”.

El *software* libre debe reunir cuatro características para poder ser
identificado como tal:

1) La libertad de ejecutar el programa para cualquier propósito.

2) La libertad de estudiar cómo funciona el programa y la posibilidad de
adaptarlo de acuerdo a las necesidades del usuario (el acceso al código
fuente del programa es una pre condición para esto).

3) La libertad de distribuir copias como acto de solidaridad con el vecino.

4) La libertad de mejorar el programa y hacer esas mejoras públicas, para
que toda la comunidad se beneficie.

“Es un *software* ético, distribuido de manera ética. Un programa privativo
es un yugo, una trampa. Si tiene funcionalidades atractivas son el cebo de
la trampa para que la gente abandone su libertad. El *software* privativo
no debería existir.

Su existencia, su uso es un problema social. Y deberíamos eliminarlo
—conmina Stallman frente a las cámaras del Canal del Congreso—, pues suele
tener funcionalidades malignas”.

Le dan la razón algunos sucesos recientes:

En 2009, la empresa Amazon borró por accidente y de forma remota la novela *
1984*, de George Orwell, de las tabletas lectoras de libros Kindle de miles
de sus clientes.

Recientemente se supo que los teléfonos iPhone registraban, sin
autorización, todas las coordenadas del GPS del aparato, lo que significa
que potencialmente Apple, o quien  vulnerara la seguridad del dispositivo,
podría haber monitoreado la ubicación precisa de cada usuario.

Eso no pasaría con el *software* libre, ya que al ser público su código
cualquiera puede detectar funciones inconvenientes y eliminarlas de
inmediato.

(“No tengo teléfono portátil porque reconocí, cuando aparecieron, que son
el sueño de Stalin, son dispositivos de vigilancia y seguimiento de la
gente —me dirá en algún momento Stallman—. Si hace 20 años alguien te
hubiera preguntado ‘¿quieres llevar un dispositivo que diga cada minuto
dónde estás al gran hermano?’, hubieras dicho que esa era una pregunta
absurda, que evidentemente no”).

El senador Castellón agradece al físico y programador en cuanto éste
finaliza su intervención.

Entonces vemos otra de las escenas que han conformado la polémica
reputación de Stallman: su obsesión por jamás utilizar
*software*privativo, incluso cuando se le hace una entrevista para
radio o televisión.

—Quiero agradecerle a Richard, que tiene las puertas abiertas del Senado de
la República; su conferencia y el foro están siendo transmitidos en vivo
por el Canal del Congreso y…

—¿Pero es un canal de emisión de ondas electromagnéticas o por internet?
—interrumpe ansioso Stallman.

—Ambos —le responde el senador.

—Pero, en internet ¿qué formato usan?

La gente echa a reír y Richard aumenta el volumen de su voz. Aquí no hay
ninguna broma.

Stallman rechaza entrevistas que serán publicadas en formatos de video o
audio que no son de *software* libre.

—Los formatos que suelen usarse para videos son un obstáculo para el *
software* libre. Este es un asunto muy importante, el Senado tiene que
cambiar por un formato que no imponga el uso de *software* privativo, como
WebM u Ogg Vorbis…

—Gracias por la recomendación, Richard —le responde el legislador—. Vamos a
hacer un receso.

** * **

La vida de Stallman está marcada por la pérdida.

El nacimiento del *software* libre, si bien tiene profundas raíces
filosóficas y éticas, obedece también a la necesidad de este hombre de
encontrar un hogar.

Stallman nació el 16 de marzo de 1953 en Manhattan, Nueva York, hijo de una
pareja de judíos. Su madre, profesora sustituta de arte; su padre, un
veterano de la Segunda Guerra Mundial que siempre estaba enojado, según
recuerda Richard.

“Nunca gritaba —ha comentado en entrevistas previas— pero tenía una manera
fría y ofensiva de criticarte”.

Sus padres se divorciaron cuando Stallman apenas rebasaba los cinco años.
Pasó el resto de su infancia viviendo de lunes a viernes con su madre y los
fines de semana con su padre. Ahí perdió su primer hogar.

“En mi tristeza, solía pensar ‘quiero ir a casa’… Me refería a un lugar
inexistente que nunca encontraré”, dijo Stallman en una entrevista
publicada en 2002.

También pasó mucho tiempo con sus abuelos paternos. Cuando cumplió 10 años,
ambos murieron consecutivamente. Esta pérdida fue devastadora para
Stallman, quien ha dicho que solía encontrar con ellos un ambiente amoroso
y gentil. Había vuelto a perder un hogar.

No encontraría el siguiente sino hasta que entró a la universidad, porque
sus años en la educación media fueron terribles. Nunca logró socializar con
sus compañeros de escuela, era inhábil para los deportes y se rehusaba a
escribir tareas que no fueran de matemáticas y ciencias exactas.

—De adolescente no comprendía las relaciones con los otros. No sabía
participar. No soy buen conversador, no me interesa hablar del clima o
cosas sin importancia, y no comprendo por qué otros lo hacen. Para mí es
pura molestia si alguien me invita a hacerlo —platica mientras viajamos
rumbo al aeropuerto, luego de que el mal humor se esfumó junto con el
estrés de su conferencia.

—Pero esas pláticas ayudan a establecer un vínculo con las personas —le
digo.

—Para mí eso no es un vínculo, es sólo una molestia —responde en el
perfecto español, idioma que aprendió empíricamente, como el francés.

Su madre, ya fallecida, admitió en 2002 que su hijo podría tenía “algunas
de las características de un niño autista… lamento no haber sabido más
sobre el autismo en ese entonces”.

Stallman se describió como “casi autista” en una entrevista, y cree que si
hubiera nacido 40 años después hubiera sido diagnosticado con síndrome de
Asperger, que se diferencia del autismo en tanto que el sujeto no observa
retraso en el desarrollo del lenguaje.

Considerado un niño prodigio en las ciencias exactas y siendo un insaciable
devorador de libros, Stallman ingresó a un curso de ciencias y matemáticas
de fin de semana en la Universidad de Columbia, especialmente diseñado para
estudiantes superdotados. Inclusive ahí fue considerado por sus compañeros
como “demasiado intenso” y que “asustaba”.

A los 12 años comenzó su fascinación por las computadoras al recibir de un
maestro el manual de una IBM 7094, pudo tocar una hasta los 16. Entonces
cayó sobre él la amenaza de la guerra de Vietnam.

“Temía ser enviado a Vietnam, el miedo me aplastó durante años —relata
rumbo al aeropuerto—. Pero tuve suerte. No me enrolaron porque al último
momento conseguí una exención de estudiante”.

A pesar de oponerse a la guerra en Vietnam, Stallman no participó en las
protestas de la época. Sus fuertes convicciones políticas se manifestarían
mucho después. Ingresó a la prestigiosa Universidad de Harvard, donde
estudió una licenciatura en Física.

En Harvard su curiosidad por la informática aumentó, al punto que sus
visitas a los laboratorios de cómputo se hacían cada vez más frecuentes.
Pronto comenzó a programar, y en cuanto terminó su licenciatura decidió
acudir al laboratorio de inteligencia artificial del Instituto Tecnológico
de Massachussets, el famoso MIT. De inmediato fue contratado.

Ahí encontró un laboratorio completamente distinto a los que había conocido
antes: había una verdadera “cultura *hacker*”, como él mismo la define, un
ambiente en donde mentes brillantes encontraban soluciones ingeniosas a
problemas complejos, donde cualquiera podía sentarse frente a una
computadora y empezar a programar, y donde todos compartían un objetivo:
escribir el mejor *software*. Nada de hacer dinero, obtener fama o
demostrar ser mejor que los demás. Un ambiente de camaradería, fraternidad…
una nueva familia.

** * **

Richard Matthew Stallman creía haber hallado, al fin, su verdadero hogar.
Estaba equivocado. Impotente, lo vio desintegrarse ante sus ojos.

El *software* libre, contrario a lo novedoso que puede ser el término para
algunos, precede al *software* privativo. Antes, cuando Stallman comenzó a
programar en los laboratorios universitarios, el único software que existía
era aquel que se podía estudiar, copiar, modificar y mejorar con total
libertad, ya sea dentro de las aulas o afuera mediante Arpanet, la red de
computadoras que posteriormente se convertiría en la red de redes, la
internet.

“Participaba en una comunidad de *software* libre ya madura, que ya usaba
un sistema operativo libre, y me emplearon para participar en su
desarrollo. No era tan grande, quizá unos cientos de personas. Teníamos
costumbres muy arraigadas, como la consideración ética de los asuntos,
tradiciones de cómo colaborar, cooperar con otros”.

La primera vez que Stallman se topó con su enemigo, el
*software*privativo, fue cuando un programador de la empresa Xerox se
negó a darle el
código fuente de una impresora. Richard quería modificarlo para que le
avisara a los usuarios cuando el papel se había atascado, una modificación
sencilla que mejoraría la vida de todos dentro del laboratorio, ya que la
impresora estaba muy lejos.

La segunda vez fue mucho peor. A principios de los ochenta los
programadores del laboratorio se dividieron en dos grupos, presionados por
quienes querían comercializar lo que producían. Unos fundaron la compañía
Symbolics, cuya intención era reemplazar el *software* libre del
laboratorio con su propio *software* privativo.

“Cuando fueron las protestas de Vietnam no me imaginaba actuando
políticamente. Gané la fuerza para actuar durante los años en el MIT,
porque tenía que actuar de pequeñas maneras dentro del laboratorio para
mantener la libertad tradicional. Eso me preparó para una lucha más fuerte,
pues comenzó a morir la comunidad por la división entre sus miembros. ¿Qué
habría podido hacer yo para que los ex empleados volvieran? ¿Cómo
convencerlos?”.

Stallman, quien solía dormir en el laboratorio, se quedó prácticamente
solo. “Eso me puso muy triste, pero encontré una manera de contraatacar, de
resistir.

Nos dieron un ultimátum: Symbolics, empresa a la que no prefería, exigió a
todos en el laboratorio elegir un lado u otro, así que la única reacción
era elegir el lado opuesto y batirse”.

Symbolics quería que todas las computadoras usaran su sistema operativo y
que se abandonara el anterior, que era *software* libre. Para evitarlo,
Stallman integraba todas las características del sistema de Symbolics al
sistema operativo anterior, con tal de evitar su obsolescencia.

Trabajó arduamente dos años. Al final el MIT decidió comprar unas máquinas
que sólo funcionaban con el *software* de Symbolics. Stallman comprendió
que su tiempo en el laboratorio había terminado. Había vuelto a perder su
hogar.

Pronto anunció en grupos de noticias de Arpanet el desarrollo de GNU, un
sistema operativo totalmente libre que podría ser utilizado en cualquier
máquina del planeta.

El nombre GNU es “un acrónimo recursivo… pero no tengo tiempo de
explicárselos”, abrevió en su conferencia del Senado.

En realidad es una broma, porque significa “GNU No es Unix”, en referencia
al muy añejo Unix que, sin embargo, ha sido cimiento de muchos sistemas
operativos modernos, como Mac OS X.

Stallman fundó la organización no lucrativa Free Software Foundation para
coordinar la creación de su sistema operativo. “Quería crear otra comunidad
de *software* libre, una que reemplazara la comunidad perdida. No deseaba
pasar toda mi vida sufriendo un acto injusto, quería construir algo nuevo.
Por eso comencé el desarrollo de GNU”.

La Free Software Foundation redactó en 1989 la Licencia Pública General de
GNU —más conocida por su nombre en inglés GNU General Public License o
GPL—, cuyo propósito es declarar que el *software* cubierto por esta
licencia es libre y, por tanto, está protegido contra intentos de
apropiación que restrinjan la libertad de los usuarios.

Cabe aclarar que el *software *libre no necesariamente es gratuito. Los
programadores son libres de cobrar o no por su programación.

Stallman desarrolló muchos programas del sistema operativo, pero aún no
terminaba de escribir el núcleo, es decir, el *software* que se encarga de
que el resto de los programas tengan acceso al *hardware* de la
computadora. En 1989 un ingeniero finlandés liberó el núcleo Linux bajo la
licencia GPL, colocando la última pieza del rompecabezas. Así nació el
sistema operativo GNU/Linux, que hoy es utilizado aproximadamente por 1.5
por ciento de las computadoras del mundo.

Es un número pequeño, pero es, por mucho, el sistema más utilizado en
servidores de internet por su confiabilidad —63 por ciento, según el sitio
especializado W3Techs— y tiene 33 por ciento del mercado de teléfonos
móviles inteligentes a través de Android, de Google, basado en GNU/Linux.

Stallman todavía extraña aquellos años en el laboratorio. A mediados de los
noventa dejó de programar y hoy se la pasa viajando por todo el planeta
predicando las bondades del *software* libre, que no se desarrolla dentro
de su fundación sino que más bien es impulsado por miles, quizá millones de
personas en todos los países.

“No tengo un hogar. Después de la muerte de la comunidad del laboratorio
del MIT nunca he tenido un hogar.

Estoy algo triste, pero ¿qué puedo hacer?”.

** * **

Conversamos en el auto. Richard se toma una de las hebras retorcidas de su
cabellos canos y la recorre con sus dedos índice y pulgar hasta la punta.
Se mete la punta a la boca y la cercena delicadamente con sus dientes
frontales. Luego la saca de su boca con los dedos. Lo hace una y otra vez.

Manía no tan extraña para un hombre no tan ordinario.

Llegamos al aeropuerto. Luego de hacer el papeleo, Richard dice que tiene
hambre. Quiere una sopa. Al no dar con alguna que le apetezca, opta por
comprarse un par de bizcochos de una famosa cadena estadunidense.

Stallman nunca se hospeda en hoteles, siempre duerme en las casas de
simpatizantes de la causa del *softwar*e libre que le abren las puertas de
sus hogares e inclusive le pagan o le cocinan sus alimentos.

“Después de 10 años en el MIT, que no pagaba muy bien, seguí la vida de
estudiante. Cuando lancé el movimiento del *software* libre decidí vivir
barato para no ser esclavo del dinero; para poder hacer lo que me pareciera
justo necesitaba, primero, no depender del dinero. Sé que hubiera podido
dedicarme a programar en el mundo del *software* privativo y ganar mucho
dinero, pero esa hubiera sido una vida fea, de vergüenza. Habría pasado el
resto de mi vida lamentando lo que hacía”.

Sentados en el área de comida de la terminal aérea, Richard deshace el *
brownie* de chocolate y el *cruller* glaseado que compró, para llevarse los
pedacitos a la boca.

“Me pagan por dar conferencias. No tengo ingresos enormes y no los
necesito, mi vida no es muy cara. Lo que deseaba realmente no era lo
material, lo que se vende. Las cosas que más faltaban en mi vida no se
vendían. ¿Por qué buscar más dinero? Estoy muy contento, los lujos no
podrían haberme hecho tan feliz como haber logrado algo”.

Y vaya que lo ha logrado. Stallman ha recibido múltiples reconocimientos
por su férrea defensa del *software* libre, como una beca de la MacArthur
Foundation en 1990, y media docena de doctorados *honoris causa* de parte
de universidades de todo el mundo.

La influencia de Stallman es tal que su filosofía ha inundado también el
mundo de la cultura: el académico Lawrence Lessig creó las licenciaturas
Creative Commons, que son el equivalente de la licencia GPL para los
productos culturales. En 2004 publicó su libro *Cultura libre*, que trata
sobre los excesos de las leyes de derechos de autor, la piratería y el
*copyleft
*—término acuñado por Stallman—, que consiste en permitir la libre
distribución de copias y versiones modificadas de una obra u otro trabajo,
exigiendo que los mismos derechos sean preservados en las versiones
modificadas.

Falta una hora para que el avión de Richard despegue. Se dirige a Boston,
Massachussetts, donde tiene un pequeño departamento. Estará poco tiempo: en
menos de una semana volará de nuevo, esta vez hacia Innsbruck, Austria.

Es hora de la última pregunta.

—¿La comunidad del *software* libre puede innovar a la misma velocidad que
lo hacen las grandes empresas?

—No sé, pero es un asunto secundario, porque la libertad es más importante
que la innovación. De hecho la innovación no vale nada si viene sin
libertad. Sacrificaría sin dudarlo toda la innovación por la libertad.

Un muchacho delgado y moreno deambula por nuestra mesa. Al fin se anima. Se
acerca a Richard, le pide un autógrafo.

—¿Esta aquí por coincidencia? —le pregunta Stallman.

—No, sabía que su avión sale a la una de la tarde —le responde el joven.

—Este es un suceso único en mi vida —dice Stallman, con una profunda
sonrisa—. Nunca me había buscado nadie en el aeropuerto. Raras veces
alguien me reconoce, y es agradable. Pero no todas las semanas. Soy un
poquito célebre, no mucho —festeja antes pasar a la sala de abordaje y
subirse al avión que lo llevará a ese lugar donde vive unos cuantos meses
del año, pero al que nunca podrá llamar hogar. ¶
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